Por Lic. Bulmaro
Pacheco Moreno
HUATABAMPO, Sonora, julio 30 de 2012.- ¿Qué sucede con
algunos lugares que no valoran su patrimonio cultural e histórico? ¿Es culpa de
las autoridades, de la propia gente; o falta de cultura y ausencia de una
regulación eficaz? ¿Estaremos condenados a la ausencia de orden en la materia a
nombre de la especulación y el tráfico de terrenos y bienes inmuebles? ¿A quién
le importa realmente el problema de que las ciudades crezcan y se desarrollen
en medio de la anarquía y un desorden donde sobresale más el interés comercial
que el cultural?
El abandono y la
desaparición del patrimonio cultural en los municipios sonorenses atenta contra
la identidad de los pueblos. Habla muy mal de los valores y la confusión que se
genera entre la población así como el desdén de las autoridades y sus
habitantes por preservarlo y fomentarlo.
En esa materia es
mucho lo que cuenta el simbolismo por lo que representa el patrimonio cultural
en la identidad, el orgullo y la historia de cada comunidad, ¿Quién no siente
nostalgia por los recuerdos, los acontecimientos y los espacios culturales que
identifican a los pueblos?
Hay pueblos que no
ceden en este aspecto, y sus barrios, casas y lugares históricos permanecen
intactos, identificados y muy bien conservados, sin construcciones que alteren
el paisaje y el valor histórico. Puebla, Chihuahua, San Luis Potosí y
Querétaro, entre otros, son un buen ejemplo de eso en lo nacional. Álamos,Rosario,
Ures y los municipios enclavados en el Río Sonora en lo local. Tanto sus calles
como sus espacios permanecen bien conservados y se cuida mucho que se equilibre
el orden urbano con una regulación exigente en las licencias de construcción de
nuevos espacios que pudieran alterar su identidad y la estructura original.
Don Rodolfo Ruiz Gómez
empresario exitoso, mecenas y un gran filántropo de Huatabampo murió en 1988, y
un buen día su casa de toda la vida amaneció completamente demolida dejando un
solar baldío en la esquina de Juárez e Iturbide. Nunca nadie dio una
explicación del hecho y el misterio quedó. ¿Por qué derrumbaron una casa que
por muchos años fue símbolo de la cultura del esfuerzo y apoyo a causas
sociales?
La histórica casa de
Doña Luz Otero Pablos gran amiga de Lázaro Cárdenas, en la esquina de 16 de
septiembre y Madero, permanece en ruinas, en el olvido y en muy malas
condiciones. Esa residencia fue testigo de importantes reuniones políticas de
altos funcionarios federales, militares y gobernadores durante más de 70 años,
y todavía se recuerda uno de los múltiples gestos de Doña Luz cuando le salvó
la vida -solicitándolo personalmente al jefe del regimiento- a Ricardo Topete
Almada -después general y diputado-, quien había sido hecho prisionero por las
fuerzas del Maytorenismo-Villismo en 1915.
Muchos lamentamos la
reciente destrucción de la casa de Doña Dolores Serrano Barbeitia, hermana del
general Francisco Serrano, esposa de Ignacio Ruiz Rábago y madre de Ignacio
Ruiz Serrano ubicada en la esquina que forman las calles Juárez y Galeana. De
repente desapareció del mapa de Huatabampo. No era un inmueble cualquiera.
Construida la casa en la primera década del siglo XX, se trataba de una
construcción amplia, céntrica, bien dotada, diseñada con muy buen gusto y con
mucha historia por dentro. Fue un lugar donde se dieron algunas de las
principales discusiones de la política estatal y nacional en el Huatabampo de
principios del Siglo XX. Ahí se leyó el periódico Regeneración de los hermanos
Flores Magón y se radicalizaron las posturas entre Maderistas y Porfiristas.
Ahí con mucha
frecuencia el agricultor y presidente municipal Álvaro Obregón Salido tomaba
café con su amigo Nacho. De ese barrio salió a la secretaría particular del
gobernador José María Maytorena Francisco Serrano entre 1912 y 1913, y ahí fue
también donde el general Álvaro Obregón a mediados de 1927, en plena
competencia por la presidencia de la República, le comunicara a su amigo
Ignacio Ruiz Rábago: “Dile a mi Lola que lamento mucho que su hermano Pancho
(Serrano), en cada discurso que pronuncia me anda tirando con lumbre, pero dile
también que yo ni a él ni a Gómez (Arnulfo) les voy a contestar con flores,
avísale para que lo sepa”. Serrano fue asesinado en octubre de 1927 y Obregón en
julio de 1928. Con emociones encontradas y los fuertes impactos familiares de
entonces, la casa registró puntualmente los hechos.
Por eso nos puede
también que de la residencia original de la familia Serrano solo permanezca lo
que fue parte de la fachada externa y una parte muy reducida de la puerta casi
totalmente destruida. Quedan solo pedazos de lo que fue el bello vitral de la
casa, esa que habitaron Don Rufino Serrano, Doña Micaela Barbeitia y sus 14
hijos, cuando llegaron a Huatabampo en 1894, procedentes del rancho Santa Ana,
ubicado en las inmediaciones de El Fuerte, Sinaloa. Lo que queda de la casa
está ubicado en la misma acera de la de Doña Lola, con rumbo a lo que antes
fuera el edificio donde estaba la tienda de ropa La Moda de Halim Mosri, hoy
ocupado por una institución bancaria.
Igual suerte corrió
una de las casas más antiguas de la cabecera municipal construida a finales de
los noventa del siglo XIX: La casa de Ramón Uribe Carpena, quien fuera padre de
Ramón Uribe Iberri y abuelo de Ramón Uribe Bojórquez, una familia dedicada por
más de 100 años a la agricultura. Fue esa residencia ubicada en Guerrero y
Allende, frente al domicilio de Loreto Manríquez, un lugar muy visitado por
empresarios españoles de principios del siglo XX que buscaban afanosamente se
les abasteciera de frijol y garbanzo. A decir de Pedro J. Almada, en esa
residencia se hospedó el presidente Lázaro Cárdenas en su visita a Huatabampo
en 1935. “El resto de la comitiva fuimos a dar a la casa de don Ignacio
Velderráin que nos hospedó muy amablemente, -dice Almada- y la familia Uribe se
esmeró en sus atenciones para don Lázaro, al que muy temprano se le observó
antes de desayunar -tamales, chicharrones, cuajada, frijoles y calabaza con
leche-, caminar por las calles vecinas en compañía de miembros de la familia
Uribe”. Cabe decir también que la residencia de don Nacho, ex presidente
municipal -primero que ganara en una interna abierta del PRI-, también hace
algunos años que desapareció por esa euforia de comercialización del suelo
urbano y la propiedad inmobiliaria, que no respeta memorias ni historias, solo
ganancias y especulaciones, aprovechando la ausencia de mecanismos reguladores
y deficiencias testamentarias.
La casa de Don
Alejandro Valdéz Almada, ese personaje discreto y eficaz que siempre se movió a
pie por el pueblo -desaparecido en 1978 y fundador del PNR y la CNOP y actor
principal de las tres reformas históricas del PRI, dirigente social y miembro
fundador de la sociedad mutualista Hidalgo-, también permanece en ruinas. En
esa casa se dieron cita infinidad de dirigentes políticos y sociales así como
personajes del mundo artístico. La residencia se encuentra ubicada en 5 de Mayo
casi esquina con Moctezuma, y la nostalgia es obligada al pasar frente a ella
por todo lo que Don Alejandro y Doña Chayo Carrera representaron para
Huatabampo.
¿Qué decir del terreno
señalado para templo en el plano original de la cabecera municipal de junio de
1893 diseñado por los militares García Peña y Rincón y donde en mayo de 1913 se
construyera la iglesia vieja (Santísima Trinidad) de Huatabampo? Ya no hay nada
ahí, solo empresas muy pequeñas que colindan con el viejo inmueble del mercado
municipal por el lado de las carnicerías. Esa original iglesia dejó de operar
como tal cuando se construyera la nueva en 1955, (Cristo Rey), ubicada en la
esquina de Juárez y 16 de Septiembre, y la antigua fue derrumbada en 1975 para
construir el edificio del Banco del Pacífico. ¡Qué cosas!
Era la transición
entre los sacerdotes Mateo Deyrieux y Arnoldo Ramírez: entre los dos cubrieron
41 años de oficios religiosos de 1928 a 1969.
No nos alcanzaría el
espacio para el relato de todo lo que en Huatabampo -además de las casas
antiguas- se nos ha ido. Da para un libro completo, porque la riqueza de su
historia, sus personajes y principales expresiones culturales han sido muy
variadas y abundantes.
Por ejemplo, tampoco
queda nada de la antigua cenaduría de Doña Caro Ramos de González, el lugar
donde por muchos años se hicieran las mejores tostadas de Huatabampo. Doña Caro
llegaba todos los días por la tarde con su cargamento de repollo finamente
picado, frijoles intensamente molidos, suficiente queso para el raspador, papa
revuelta con carne deshebrada -cuete o gusano y machaca-, salsa Búfalo,
tortillas tostadas muy delgadas que ella misma amasaba y ponía en comal y
tarima con manteca Inca, y el jugo de la carne -siempre caliente y espeso- al
que le agregaba tomate y chile que ella misma molía con sus manos, que tanta
fama le diera a las tostadas en sus locales, primero en lo que fue la tienda
Cuatro Vientos, y después frente al billar Los Ángeles.
Se extraña también la
famosa cebada del “Buly”, de una calidad indiscutible, por su esmero en
prepararla y porque nunca mezcló el hielo con el agua. Lo ponía por fuera; “para
que el amoniaco no contaminara la bebida ni que la cebada perdiera su sabor”
decía don Cándido Jocobi. Con la muerte de Don Cándido siempre en la esquina de
16 de Septiembre y Abasolo (hoy Alfredo Káram) se nos fue la tradición y solo
nos queda el recuerdo.
Tanto los edificios
como la comida, las aguas frescas, la música, la expresión literaria y poética
y el diseño urbano y rural, forman parte de la cultura de un pueblo. Entre las
casas de Doña Lola y Don Ramón y las de Puebla y el DF, las tostadas de Doña
Caro, la cebada de Don Cándido, la carne tártara del Salón Luz, los tacos de
Don Erasmo y Rafailón Rojas, los de Ramón Pineda; las carnitas de Nacho, la
pierna del “Au pied de Cochón” o la paella del “Bibi”, no hay mayor diferencia
por el talento, la pasión y el arte que despliegan sus creadores, y el enorme
gusto popular que respalda a quienes con tanta dedicación se esmeran en
producir bienes culturales.
Lamentablemente, lo
que tuvimos y teníamos antes en nuestro pueblo no ha sido superado -ni sustituido-
por nada ni nadie. En Huatabampo nos urge a todos rescatar nuestras prácticas
culturales y cívicas, y valorar en toda su extensión nuestro patrimonio
cultural ante la descomposición social, el excedido alcoholismo, la plaga de
las drogas, una abrumadora tendencia a la “oxxidación” de nuestra cultura
popular y una especie de atontamiento colectivo por la “digitalización” de la
identidad. ¿Qué hacer?, no hay de otra.
bulmarop@gmail.com
Algo me platico alguna vez "Don Lato", nunca supe como se llamó, hermano de Roberto Campoy padre. sus historias tan lejanas de Álvaro Obregón, de los edificios de esas costumbres...
ResponderEliminarQue hermoso mi Huatabampo.