Ricardo Valenzuela |
SOY EGOISTA Y
MAL PORTADO
Ricardo Valenzuela
El filósofo Arthur Schopenhauer describía a los seres humanos como animales
carnívoros a quienes, a través de la sociedad, se ha tratado de domesticar para
hacerlos herbívoros. Es decir, para él los seres humanos son por naturaleza
irracionales y por ello, fácilmente asumen conductas definidas como eso,
egoísmo irracional, las cuales hay que controlar o penalizar.
En una sociedad libre la función del gobierno es la protección de sus miembros.
El ser humano tiene derecho a vivir de la forma que lo decida siempre y cuando
al hacerlo respete los mismos derechos de los demás. Tiene también derecho a la
vida, a la libertad y a su propiedad, mismos que posee de forma natural y son
anteriores a la existencia de gobiernos. Así, todas las interacciones humanas
deben ser voluntarias y las únicas que deberían ser prohibidas por ley, son
aquellas que involucren la iniciación de fuerza: Asesinatos, violaciones, robo,
secuestros, fraudes.
Es decir, la responsabilidad de un buen gobierno debe ser controlar las
conductas de quienes asumen ese egoísmo irracional afectando a otros. Para
ello, requerimos de un estado de derecho definido como “una sociedad gobernada
por leyes generales y aplicables, no por las decisiones arbitrarias de políticos.
Un gobierno de leyes, no de hombres.” Hemos visto cómo los sistemas de
educación pública moldean conductas y deforman el concepto de un egoísmo
positivo y racional, abonando el campo de lo irracional para luego germinar en
los Pejes etc.
Los gobiernos, para cumplir con su responsabilidad, tienen el derecho legal y
monopólico del uso de la fuerza. Pero el uso de esa fuerza no debe dejarse a
una decisión arbitraria. Para que un gobierno pueda aplicar la ley de forma
justa, deben de existir reglas objetivas de evidencia de la comisión de un
crimen de parte del acusado, requiere se pruebe quien lo cometió, e igualmente,
reglas objetivas para definir el castigo y los procedimientos para su
aplicación.
Pero cuando la ley se pervierte al igual que sus poderes policíacos, se
convierte en lo contrario que debe combatir. Se convierte en el arma de toda
clase de egoísmos irracionales y, en lugar de luchar en contra del crimen, se
torna en su instrumento y usando sus poderes de aplicación de fuerza, se
convierte en el principal agresor de los derechos de los individuos que debe
proteger. Es cuando nacen frases como: “el que no tranza, no avanza.”
Hace años fui testigo de algo que me dejó una gran lección. Un individuo X, tratando
de burlarse de ese gran hombre, el Padre Pedro Villegas quien había formado el
Instituto Kino para huérfanos, le pregunta: “Padre ¿Qué necesito para entrar a
su famoso internado? Pues me dicen que parece hotel cinco estrellas.” El Padre,
con gran tranquilidad responde: “Primero, debes ser un vago incorregible, un
criminal sin concepto de moralidad, alguien sin la estructura de valores para
convertirse en un miembro útil a la sociedad y, finalmente, no tener madre.
Aquí está tu pase”
El auditorio entero, lejos de reír con la gran puntada del Padre, quedó
envuelto en un sepulcral silencio cuando este hombre, de forma tan sabia,
definía lo que nuestro corrupto sistema de justicia ha promovido durante tanto
tiempo. El egoísmo natural que, sin moldeos ni controles, tiene los sesgos de
lo irracional, ante un sistema de justicia corrupto florece en la producción de
ese individuo tratando de cortar veredas y que afirma con orgullo: “el que no
tranza no avanza, o, vivir fuera del sistema, no es vida.”
En México, los sistemas de educación pública, fabricantes de culpables e in
merecedores, conjugados con un sistema judicial que tradicionalmente ha
premiado las conductas de egoísmo irracional, ha producido infinidad de
problemas sociales entre los cuales emerge lo que siempre nos ha distinguido;
una feroz corrupción fuera de control. Un mercantilismo rapaz soportado por
sistemas judiciales que ha echado por tierra la teoría de Shumpeter: “La
creativa destrucción de los mercados,” fabricando una creativa farsa colectiva
de los fariseos.
La corrupción es adquirir riqueza a través de medios ilícitos o
inmorales—ganancias privadas a expensas de lo público. Existe un cuadro de
niveles de corrupción mundial en el cual, las naciones desarrolladas se
muestran como las menos afectadas, y eso nos debe dar una pista: A menor
corrupción, mayor creación de riqueza. Pero en este cuadro de 85 países, México
orgullosamente se coloca en el #60. El economista Paulo Mauro, en un
interesante estudio demuestra el que una reducción de la corrupción de un 2%,
se traduce en un incremento de un 5% en el ingreso per cápita de la población
de cualquier país.
Pero en el México revolucionario,
se aceleró un proceso en el cual se establecieron los lazos entre el poder
político, empresarial y un amafiado sector popular en manos de sus líderes
corruptos. Para poder participar en ese rompecabezas de complicidades, había
que seguir reglas muy claras custodiadas por un sistema judicial de venta al
mejor postor. La regla principal de ese mecano, era asumir conductas de egoísmo
irracional que parían otras afirmaciones como: “un político pobre, es un pobre
político, o, que te mantenga el gobierno.”
Pero hoy nos ocuparemos de un
sector especial por, supuestamente, ser la base de cualquier economía, el
empresarial. Nacía así un sistema de prebendas para hombres que
desnaturalizaron su función, para luego especializarse en el ejercicio de
“antesalas” a efectos de ser bendecidos por ese mercantilismo. Una de las tragedias
de México es la escasez de capital, pero es más grave que ese pírrico capital
no está en manos de hombres o mujeres comprometidos con riesgo, innovación,
competencia, sino en las de apostadores en carreras arregladas por el estado
que los cincela a imagen de señores feudales.
Ello ha creado empresarios cuya descripción de conceptos sería: Competencia;
entre menos burros más olotes. Reformas; una calle en Hermosillo. Utilidades;
las que le exprima al próximo. Pérdidas; Fobaproa. Riesgo; ir de picnic a
Badirahuato, Sinaloa. Moral; el árbol que produce moras. Pecado; no ir a misa
los domingos. Pagar; acto de gran sabiduría del Procampo. Justo; lo que pueda
jalar con mi rastrillo. Deudas; las que los bancos no van a cobrar. Justicia;
el que tiene más saliva se traga todo el pinole. Honor; algo que sale en las
películas. Palabra; creo fue una película de Pedro Infante. Conciencia; algo
que se revuelve con la ciencia.
Mientras en México no establezcamos un verdadero estado de derecho en el cual
la ley sea justicia, los sistemas judiciales seguirán promoviendo conductas de
egoísmo irracional lo que nos está llevando a cierta forma de anarquía
manifestada en estado de inseguridad en que la sociedad debe subsistir, y un
estancamiento permanente de nuestro desarrollo.
chero1@comcast.net
@elchero
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