Juan Vidal Castillo
ÁLAMOS, Sonora, enero 11 de 2013.- La basta región
desértica del Suroeste de Norteamérica, contiene una gran variedad de plantas
silvestres, pero de todas ellas las más fascinantes son los frijoles saltarines
mexicanos.
Álamos es conocido como la Capital
mundial de los frijoles saltarines ya que su selva baja caducifolia los tiene
por montones principalmente cerca de los arroyos y laderas de los cerros.
Se les puede encontrar de manera muy
escasa en algunas áreas desérticas de la Baja California y en los alrededores
de Ajo, Arizona.
Este arbusto que en ocasiones llega a medir hasta 4 o 5 metros también es
llamada yerba de la flecha y pertenece al grupo de la sebastiana pavoniana.
De tonalidad verde obscuro y
hojas alargadas y desidiosas que cambian de color durante los meses de invierno
contrastan en los montes que se les puede localizar.
Lo más interesante de los mexicanísimos y
orgullosamente alamenses saltarines es su perpetuo movimiento sobre la
superficie del suelo, aunque ruedan o tintinean en diferentes direcciones.
No son una semilla, sino una pequeña y
delgada sección de una cápsula que contiene una larva gris llamada gusano del
brincador (Laspeyresia Saltitans), quien al momento de estar consumiendo el
interior de la cápsula dividida en tres secciones, realiza los movimientos que
carecterizan al brincador.
Aunque el gusanito esta emparentado con
los de la familia de la Olethreutidae el mismo no representa peligro alguno
para la agricultura, la fruta y los humanos, motivo por el cual la patrulla
fronteriza de los Estados Unidos o autoridades de los países importadores no lo
confiscan.
Los frijoles saltarines viven su mejor
momento durante los meses de verano, y es cuando la larva femenina pone sus
huevecillos en los ovarios de las flores para iniciar su ciclo de vida. La
temperatura y humedad existente son determinantes para su existencia y
abundancia.
Álamos es la tierra que el legendario rey
de los brincadores don Joaquín Hernández quien tomó como base a su municipio
natal para abrir un mercado potencial que traspasó los limites de las fronteras
durante casi 60 años.
Gentes entraban y salían en la antigua
casona ubicada en donde hace una pequeña pausa la calle Rosales para desviarse
un poco; esta casona actualmente propiedad de Don Mario Valenzuela Piña y en
sus tiempos llamada la mansión del brincador, logró tener ventas hasta de 20
millones de frijolitos en sus mejores años, y era entonces cuando don Joaquín
contrató hasta 50 personas que seleccionaban y empacaban los mismos, cuentan
los abuelos que eran una verdadera melodía el tintinear de tantos brincadores
amontonados en una sola área.
Este negocio fue dejado por su fundador
cuando se dedicó a otro giro de actividades en la Ciudad de Navojoa, lo cual no
terminó con el mercado potencial que hasta nuestro días se extiende hasta
lugares insospechados del mundo, lo cual puede constantarse durante la
temporada de lluvias donde continuamente llegan hasta Álamos personas de
diferentes nacionalidades para comprarlos
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