martes, 18 de octubre de 2011

LA MUERTE DE MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Carlos Moncada Ochoa

Por Carlos Moncada Ochoa publicada el día 2011-10-18

    HERMOSILLO, Sonora, octubre 18 de 2011.- Apenas ayer inicié una serie de cuatro artículos sobre la falta de la Ley en Sonora, y ahora tengo que interrumpirla momentáneamente. Advertí al Lector que podría haber acontecimientos que se interpusieran, pero no creí que esto pasara tan pronto y que el acontecimiento fuera para mí tan doloroso.
No puedo seguir de frente, escribiendo columnas, sin decir una palabra en memoria de Miguel Ángel Granados Chapa, el periodista más recto éticamente y mejor preparado técnicamente que he conocido. El lunes por la tarde me llamaron de México y me dijeron que había muerto. Yo lo esperaba. Había luchado años contra el cáncer y cuando menos tres veces antes creímos que era la última.
Yo lo conocí no sé cómo ni dónde, porque cuando anda uno aquí y allá, entre periodistas, sobre todo en la ciudad de México, de pronto ya conoció a un colega a menudo sin la formalidad de la presentación. Escuchaba sus comentarios en Radio Universidad y, aunque colaboraba en varios medios impresos, era lector asiduo de su Plaza Pública, en Reforma.
Conocí muy bien su trayectoria en Excelsior, de donde fue expulsado junto con Julio Scherer; en Unomásuno, que dirigió en breve lapso y en otras publicaciones. También su aventura política en Hidalgo, de donde era originario, cuando lanzó su candidatura para gobernador. Se había titulado en dos carreras universitarias y daba clases. Era memorable la eficacia con que despachaba cualquier entrevista o reportaje de primer intento, bien medido y sin necesidad de correcciones. Trabajó hasta el último instante. Redactó su última Plaza Pública el jueves, con una breve despedida al final, sin dramatismos, y cuatro días después había muerto.
El Senado le entregó la presea Belisario Domínguez. Predicó con la palabra y con el ejemplo más escrupuloso que los periodistas no deben asociarse de ninguna manera con los funcionarios (¡ojo, directores de medios “independientes” de Sonora!)
Mi relación con él se estrechó el año pasado, cuando lo busqué para preguntarle si querría escribir el prólogo para mi libro “Que no mueran”, sobre los periodistas que han sido asesinados desde mediados del Siglo XIX hasta hoy. “Lo haré con mucho gusto”, me dijo. Algo desconcertado, le repliqué: “Aquí traigo una copia del manuscrito. No se comprometa antes de leerlo”.
“Lo haré”, insistió, “porque tengo una deuda con usted”. Me quedé en espera de una explicación. “He utilizado muchas veces el material de su libro ‘Cayeron, 67 gobernadores derrocados’. Con este prólogo nos pondremos a mano”.
Naturalmente, leyó el texto y tardó un tiempo razonable en escribirme el prólogo: unas tres semanas, durante las cuales desayunamos algunas veces y yo aguanté las ganas de presionarlo. Ganaba más con escuchar sus puntos de vista sobre los asuntos políticos del momento. Solía desayunar en un pequeño café que se encuentra a un paso de la cabina de Radio Universidad, de la que trasmitía sus comentarios matutinos.
Y no sólo escribió el prólogo. Llamó al director de Random House Mondadori (la editorial que absorbió a Grijalbo) para recomendarme. El director Ariel Rosales me recibió, le entregué el texto, le comenté que estaría tres días más en México pero que volvería en cuanto me llamara. Me llamó antes que volviera a Sonora y me dijo que publicaría el libro. No lo había leído completo, sino sólo los casos que comentaba Granados Chapa en su presentación.
Hoy el libro se encuentra en proceso de edición. Me sugirieron algunos cambios en la estructura que estoy a punto de terminar. Estará dedicado a Miguel Ángel Granados Chapa. Lamentaré siempre que no haya vivido para verlo.
(Entiendo que el Lector me haya hecho el favor de acercarse a esta columna buscando un comentario político o mis impresiones sobre la expulsión del Consejo Directivo del ITSON del vicerrector académico, acusado de conspirar contra la institución. Son muchos los temas que esperan. Pero esta columna no es para usted, Lector, sino para mi amigo Granados Chapa).

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