Por Bulmaro Pacheco M.
NAVOJOA, Sonora, agosto 13 de 2012.- El presidente Felipe Calderón no ha sido ajeno al mal sexenal
de la mayoría de los presidentes de la República y gobernadores que a finales de
sus períodos de gobierno sienten que sus mandatos han sido únicos, originales y
trascendentes, y que por esa particularidad -algunos han aspirado a la
reelección, que han alentado a través de terceros-, o tratan de prolongar su
dominio sobre los sexenios y los personajes que les siguen.
El presidencialismo en los 12 años de gobierno de Acción
Nacional no ha cambiado un ápice. La concentración de poder y las formas del
aterrizaje de fin de sexenio sigue vigente. Por eso llama la atención que en
éste último tramo el presidente Calderón concentre sus esfuerzos a destacar su
labor haciéndonos ver que su gobierno ha hecho más que los que lo antecedieron
en varios rubros de la vida nacional. Por un lado la presunción y por el otro la
descomposición. Todos los días la violencia imparable muertos en las calles de
México y el conflicto político que no amaina dentro y fuera de los partidos
políticos. Como disculpa se nos ha restregado a cada rato que la estrategia
contra el crimen es la correcta y que nadie le había entrado así al problema;
antes al contrario se pactaba con los criminales. ¿Y?
En lo político, se nos dice que ahora las libertades campean
por doquier, aunque las condiciones para ejercerlas no sean las deseables.
Muchos no tienen empleo, otros no tienen seguridad y los pobres no tienen
expectativas ciertas, lo que les limita ejercer a plenitud libertades y
derechos. ¿Cómo ejercer libertades sin empleo, enfermos y esclavos de la
necesidad?. Aún así Calderón reafirma que somos ya un país de clases medias.
El México de la alternancia tampoco ha cambiado. El modelo
presidencialista sigue igual como en los viejos tiempos. Los estados
dependientes en lo fiscal de la federación, y los municipios de los estados. La
administración pública se ha visto colonizada de azul y cada día surgen nuevos
casos de corrupción e incompetencia de quienes prometieron orden y honradez.
Para efectos del debate actual, en el PAN, antes y después de
la elección, el presidente Felipe Calderón no permitió que alguien le disputara
su autoridad hacia el interior de su partido. Lo mismo en la designación de las
dirigencias nacionales, sus principales órganos de gobierno, los candidatos a
gobernadores, las listas en las cámaras y al final el tratar de orientar la
candidatura a la presidencia de la República.
Desde el principio del actual sexenio, el ex presidente Vicente
Fox fue hecho a un lado y arrinconado en su rancho de Guanajuato. Nada con el
gobierno. Manuel Espino, el ex dirigente nacional que lo acompañó en la victoria
del 2006, fue expulsado del PAN bajo la original tesis de “excesos en la
libertad de expresión”. Conflictos similares ha vivido el diputado federal hijo
de Manuel J. Clouthier por opinar diferente y criticar algunas de las acciones
del gobierno federal. El presidente no tuvo empacho alguno en enviar como
dirigentes del PAN a su secretario de la Contraloría Germán Martínez primero y
después a su secretario particular César Nava.
Igual sucedió con los primeros gobernadores que le abrieron
camino al PAN y que después se convirtieron en una especie de referente de
unidad partidista. También fueron hechos a un lado en las principales
decisiones.
Personalmente el Presidente operó las candidaturas híbridas en
los gobiernos estatales de Oaxaca, Puebla y Sinaloa con ex militantes del PRI.
Operó también la candidatura a la jefatura al gobierno del Distrito Federal con
un personaje de la lucha civil que jamás había pisado las oficinas del partido y
mucho menos había manifestado antes alguna simpatía por el PAN. Tuvo resultados
desastrosos.Quedó en tercer lugar en la capital. Ahí se encuentra uno de los
principales reclamos cuando el Ejecutivo trata de deslindarse de la crisis que
vive el PAN.
Además, manejó las listas del senado y ubicó en lugares
privilegiados a Ernesto Cordero y su hermana Luisa María entre otros. En cambio
y por ejemplo, a la coordinadora de la campaña de Josefina, Dolores del Río, la
enviaron al lugar 10 de la lista y no entró a la cámara alta.
“Muchas de las fallas que le adjudica al PAN fueron propiciadas
por él. Este mismo Consejo Nacional se integró bajo una operación realizada
desde la presidencia con varios de los operadores del Presidente” afirmó el
diputado Javier Corral al tiempo que remataba: “Ahora sí, ya se le ve la
testosterona a Madero, está saliendo el verdadero Madero”.
En su sexenio, Felipe Caderón les ganó a los panistas en todo,
menos en la elección de la candidatura a la presidencia. A la muerte de su
segundo secretario de Gobernación Juan Camilo Muriño, presunto puntero en las
preferencias presidenciales, inició la promoción de Ernesto Cordero. De la
subsecretaría de Hacienda lo pasó a la secretaría de Desarrollo Social con el
propósito de darle roce social y atraerle clientelas. Después lo designó
secretario de Hacienda, y al final cerró la baraja de aspirantes con Santiago
Creel y Josefina Vásquez Mota.
Con todo y la operación del gobierno federal y sus recursos,
Cordero sucumbió ante Vásquez Mota. Se repitió la historia del 2005 cuando
Calderón mismo se impuso al favorito del presidente Vicente Fox.
El PAN quedó al final en el tercer lugar de las preferencias en
la elección presidencial del 2012 y días después empezó el reparto de culpas y
el activismo político del presidente, en primer lugar con los consejeros
nacionales por imponer la agenda de la crisis y las reformas a su partido. Con
el tiempo el debate se ha dividido entre quienes lo defienden y quienes le piden
que saque las manos de cualquier tipo de reforma que se de al interior, sea de
los estatutos o del rimbombante concepto de refundación que el Ejecutivo manejó,
y a casi mes y medio de la elección, las reacciones -a favor y en contra- en el
panismo no se han hecho esperar.
“Si el término refundar al partido que él ha promovido causa
polémica, entonces lo retira; pero la cuestión dijo, es hacer una reflexión de
fondo y volver a los principios del partido”. “El partido fue incapaz de
construir una estructura territorial y sufrió desgaste por la selección de sus
candidatos y la disputa entre sus liderazgos”.
El presidente ha afirmado que el lema “Diferente” usado en la
campaña de la Josefina Vásquez Mota, confundió a los electores, que finalmente
“no votaron por la continuidad de Acción Nacional”. “Cuando el PAN gobierna ya
no queda más el eje del cambio, queda el eje de la continuidad, como lo es en
todos los partidos de gobierno en el que buscas, aunque parezca obvio -parece
que no necesariamente lo es- buscas que el electorado refrende el mandato, que
continuemos nosotros, ese es el mensaje que debe haber en una campaña”, terminó
diciendo.
Sin embargo, el secretario adjunto de Alianzas Políticas del
PAN no está de acuerdo con lo que afirma el presidente: “Hay que decirlo con
toda claridad y sin que esto nos perturbe, una elección lo primero que es, es un
referéndum de los gobiernos que estamos haciendo. Si los ciudadanos decidieron
no darnos ese voto de continuidad es porque algo no hemos hecho bien en el
gobierno”, reafirmó el senador Rubén Camarillo.
Y Calderón remata: “En realidad todos tienen una parte de culpa
en el fracaso electoral del 1 de julio; de parte de su gobierno reconoció
errores de comunicación.” “Los logros fueron muchos e históricos, pero no
supimos traducirlos en votos”, terminó afirmando el presidente. Al presidente
desde luego le falta autocrítica. Su análisis no está completo si no señala la
falta de crecimiento económico (Meyer: 1.86% por año), la desigualdad en su
sexenio (300 mil empleos por año en lugar del millón 200 mil que se necesitan),
la corrupción en las filas de los gobiernos panistas y la violencia (más de 50
mil muertos) que se desató en su sexenio.
Ante eso no tiene argumentos, solo justificaciones, cuando
estos problemas -entre otros y no solo la campaña política- fueron los que
realmente influyeron para que el PAN perdiera la elección presidencial.
Finalmente Gonzalo Altamirano, panista histórico, remata: “Una
reforma no es lo que necesita el partido. Los principios ahí están y lo
importante es volver a ellos [...] la reforma de estatutos no es suficiente. Hay
que reformar estatutos y reformar actitudes también, se tienen que cambiar
actitudes [...] educar en la mística, en la ciudadanía, en la base que le dio
origen al partido Acción Nacional”.
Antes de pensar en el regreso a los valores y los principios
que les dieron origen, como lo señala reiteradamente la cantaleta política de
varios partidos que suelen así tratar de enfrentar sus crisis, tienen que
ubicarse en la compleja realidad política que les indica el porqué los valores y
los principios “que les dieron origen” han desaparecido casi por completo del
escenario político. Esos valores y principios han sido sustituidos por el
pragmatismo, la corrupción, el transfuguismo, la compraventa de cargos y la
subasta de votos para deformar la participación ciudadana, y en eso el PAN ha
aportado una gran parte de las deformaciones.
Se les dificulta entender las nuevas realidades porque en el
pasado lo cómodo era echarle la culpa al PRI, a los años perdidos, a la
corrupción y a los demás. En el gobierno siguieron actuando como oposición y no
se prepararon para la derrota, fue mucho el triunfalismo desplegado y se
equivocaron en la percepción que la gente tenía de los gobiernos llamados del
“cambio”. Su propio dirigente nacional lo ha reconocido ayer como: “la renuencia
panista a asumirse como gobierno e incluso ostentándolo sigue comportándose como
oposición”.
No será fácil la recomposición del PAN ante el cúmulo de
evidencias de cosas mal hechas -muchas criticadas al pasado-. La lucha por el
2018 ya inició y aunque el presidente Calderón afirme que ya trabajan para sacar
al PRI de los pinos, en la final dentro de seis años no se ve a un panista
fuerte ni un partido unido,disputándole el poder al PRI y a las izquierdas. A
nuestro juicio, ahí estará la verdadera batalla. Al tiempo
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